martes, 9 de mayo de 2017

     EL MISTERIOSO HOMÍNIDO DE ÁFRICA

El origen de los humanos modernos se ha complicado aún más. Lo que ha descubierto un grupo de científicos en Suráfica sería, para entendernos, como encontrarse con un neandertal en el metro. El Homo naledi fue presentado al mundo en septiembre de 2015, después de que aparecieran más de 1.500 restos óseos, pertenecientes a quince individuos, en las profundidades de la cueva Rising Star, en Suráfica. Mostraba unas características anatómicas antiquísimas, tanto que antes de ser datado se pensaba que tenía varios millones de años de antigüedad, e incluso se le llegó a considerar el posible «eslabón perdido» entre los últimos australopitecos (aún no humanos) y los primeros representantes del género Homo, al que pertenecemos los sapiens. Pero los investigadores se han llevado ahora una gran sorpresa. El equipo dirigido por el paleoantropólogo Lee Berger, de la Universidad de Witwatersrand, en Johannesburgo, ha anunciado en varios artículos publicados en la revista eLife el hallazgo de nuevos restos de este pariente humano de pequeño cerebro (un tercio del nuestro) en una cámara de la cueva hasta ahora desconocida. Y resulta que esta criatura es mucho más «actual» de lo que se pensaba, tanto que es muy posible que coincidiera con los primeros humanos modernos (nosotros) hace entre 226.000 y 335.000 años. Sería la primera vez que se demuestra que una antigua especie de homínido logró sobrevivir durante el tiempo suficiente como para "acompañarnos" en Africa.

EL SEGUNDO ANIMAL MÁS GRANDE DEL  MUNDO EN LAS COSTAS DE CATALUÑA.

Visitan las aguas frente a la costa de Cataluña cada año. Son rorcuales o ballenas comunes, la segunda especie animal más grande del planeta. Pueden alcanzar los 24 metros de longitud, una medida que solo superan las ballenas azules. Una sociedad científica de Barcelona, Edmaktub, lleva seis años documentando su presencia en el litoral de la comarca de El Garraf, a apenas una hora en barco de playas tan turísticas como las de Sitges. Desde 2011, han identificado con fotos y vídeos a más de 90 ejemplares diferentes. Su presencia, dicen los expertos, es un síntoma del buen estado de esas aguas. Los rorcuales las visitan en busca de kril, un plancton formado por pequeños crustáceos muy apreciado por las ballenas.